Por Pablo Iván
"Eran tiempos en que se desconocían los sistemas. Épocas del fútbol suelto y librado a la creación del jugador (...) Años de fulgor en los cuales Belgrano y Talleres sentaban primacía sobre el resto. Definían campeonatos a granel y entre estas divisas clásicas se repartían los títulos(...) Entre los grandes acontecimientos que tuvieron como bandera a estas populares instituciones, hay uno que por su dramaticidad no se podrá olvidar. La final del año 1935". (Los Principios, 1968)
En esta ocasión recuperamos la final de 1935, en la que Belgrano se consagró campeón del Oficial de LCF. Un certamen que parecía para Talleres hasta pocas semanas de finalizar y que se desvió para quedarse en las vitrinas de Alberdi. Tras empatar en la tabla de posiciones, el torneo se definió en un encuentro final.
El cotejo decisivo se iba a jugar el 17 de noviembre, pero a causa de una intensa lluvia se postergó para la semana siguiente, el domingo 24 en El Gigante. (Cambio de fecha que también influye en el destino de un resultado deportivo).
José E. Sosa (el novio)
El trámite que a continuación narraremos, tiene entre sus protagonistas destacados a José Enrique Sosa, caudillo de la defensa pirata y capitán del equipo. Todo un referente de la década del ’30. Su incidencia ese día fue determinante, tanto en el juego como en su vida amorosa.
Las crónicas de la época dan cuenta que Belgrano arrancó dominando el primer tiempo. Sin embargo, el visitante se puso en ventaja a los 37, con gol de Manzoli. Así se retiraron a los vestuarios.
A los 13 del complemento, ocurrió una jugada clave en la vida de José E. Sosa y de nuestra Institución. Un remate del delantero Manzoli dejó abatido al arquero Heredia. Era gol, en Arturo Orgaz al 500 o en la China. Allí apareció este defensor celeste, para atajar la pelota con la mano y así impedir el segundo tanto albiazul (a lo Turus vs. Instituto, en el 2008).
Al referí no le quedó otra que cobrar penal.
La cosa se puso fulera. Hasta que un tal Castro, delantero de la “T”, se negó a patearlo. Pasaron los segundos, los players del rival dudaban. Finalmente tomó la responsabilidad un jugador llamado Dell’Acqua, que desde los 12 pasos la pateó a las nubes. Qué Alivio...
Foto de Enciclopedia Viejo y Glorioso Belgrano (Gustavo Farías)
Se jugaron 30 minutos de suplementario. Los guasos estaban extenuados. Daniel Viller la llevó por la derecha a lo guapo, con lo poco que le quedaba de aliento. Eludió a Ortiz y a Bertolino, enfrentó al arquero Albano y sacó un zapatazo con alma y vida que infló la red. ¡GOOOOOOL!, se vino el estadio abajo. 3 a 2 y una nueva vuelta olímpica.
Albano, el arquero de Talleres. (VyGB)
"La retribución que nos correspondió a cada player celeste por haberle ganado al tradicional rival Talleres fue de $100 y $5 por la diferencia de goles. O sea que me tocaron $105, una fortuna en esa época. Y me vino muy bien para mis preparativos de casamiento, pues estaba ahorrando firme".
Aquel campeonato significó entonces una alegría doble para Sosa. Por un lado, alcanzar la gloria deportiva. Y, por el otro, el premio monetario para solventar su boda.
José E. Sosa (el esposo)
La ceremonia se celebró en una modesta capilla de Alberdi, donde el back derecho vestido de novio pudo cumplir con su anhelo.
Al comenzar, el cura les dio un sermón y la bendición. Después Sosa le colocó el anillo a su amada, sintiéndose enamorado. Ella hizo lo mismo con él, en nada menos que en la sagrada mano que nos valió el título de 1935.
Recién allí pudieron besarse, mientras los invitados aplaudían y coreaban "Dale campeón, dale campeón", incontenibles, lanzando arroz al aire en el epílogo de la misa.
4 comentarios:
excelente el relato y muy bueno el blog.sigan subiendo notas. Abrazos piratas. Luis
Qué buen trabajo de investigación. Me encantó el relato y las imágenes.
Muy bueno pablito
Excelente Pablo, no le afloje
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