sábado, 23 de enero de 2016

el último wing



Apareció por Alberdi una tarde. Probaban jugadores. Venía del barrio. Creo que en moto. Flaquito. La cabeza llena de rulos. Tímido. Extremadamente tímido. Con un bolsito botinero abajo del brazo. Se metió a la cancha. Botines negros. Esos de las lenguetas grandotas. Tapones de caucho gastados. Los dos de la punta casi lisos. Los cordones atados por encima del tobillo. Las medias de algodón caídas por el elástico gastado. Las patas que parecían dos palillos. A simple vista no dabas ni dos mangos. Pero adentro de la cancha se transformaba.
Abril del 82. Todo el mundo con la cabeza en Malvinas. Y en Alberdi aparecía la Chacha. El pasto sólo crecía a los costados. Al medio había tierra. Y la chacha jugaba por los costados. Recostado sobre la derecha generalmente. Gambeteaba todo. Y tiraba buenos centros. No esos centros que tiran ahora a media altura. Los centros de la chacha llevaban veneno. Apuntaba a la cabeza del nueve. al arquero se le abría la pelota y si salía quedaba pagando. Muchas veces antes de tirar el centro volvía a enganchar para adentro. Y hacía pasar de largo a su marcador. Ahí nomás le buscaron un parecido. la Arañita! Dijeron los que lo vieron esa tarde y algún periodista que cubría la práctica. Por Amuchástegui, el de Racing. Incluso después los juntaron y les hicieron una sesión de fotos para el diario.
Enloqueció a todos y quedó. Le tiraron una camiseta Sportlandia de piqué con el siete y lo hicieron debutar en Primera. En su primer partido oficial hizo un gol a los 89 minutos en la cancha de Huracán de barrio La France. En Belgrano las vivió a todas. Y estuvo casi una década. Con un exilio obligado en Río Cuarto. Llegó para jugar en la Liga Cordobesa y se fue jugando en Primera. Debutó contra Alianza San Martín y se retiró contra River. Le tocó vestir la camiseta celeste en la década romántica.   Jugó la liga, el Provincial, el Regional, el Nacional B y cuando llegó a Primera sólo lo pusieron un tiempo. Una vida para lograr un ascenso y los disfruta cuarenta y cinco minutos.
Al final de su carrera los dirigentes de Belgrano le dieron el pase libre. En reconocimiento a su trayectoria, dijeron. Mentira, se lo querían sacar de encima. Dicen que algún técnico contador de anécdotas le prometió llevarlo a Buenos Aires y lo clavó. Se fue a Perú, Volvió al Racing cordobés y al final el Tito Cuellar le tiró una mano y lo llevó a jugar al interior.
No aguantó más. Miles de rumores. Fue por esto, Fue por lo otro. Qué importa. Para entrar a su velorio había que hacer cola. Fue en la sede del Club. Tenía la camiseta de Belgrano y la de las Estrellas de Villa El Libertador. Los piratas pagaron el sepelio. Murió temprano. Vivió A lo Belgrano.


(Texto publicado en revista Villa El Libertador, N°1)


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bien ahí, puto.
Volviste con todo.
Queremos algo nuevo.

gringo

Dalai Arias dijo...

Digan lo que digan los que no entienden nada (no de fútbol, no entienden nada de amor, sentimientos, potrero, fuego sagrado), la Chacha fue el mejor jugador del mundo (El Diego, por no ser de este mundo, no cuenta). Gloria eterna a la Chacha Villagra