lunes, 12 de septiembre de 2011

Ribair es a lo Belgrano


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Mete Ribair Rodríguez y... ¡¡¡plaffff!!! Se escuchan la pelota, el pie del rival, su pie, todo, como si no se estuviera en el Kempes y sí en el campito de la esquina del barrio. Como cuando a simple golpe de vista se detecta quién es el que más se la aguanta en la cuadra. El torso recto es el signo de su firmeza. Ni en la cancha de River bajó la cabeza o tiró los hombros hacia adelante. “Entregarse nunca”, se leía en sus ojos brillosos. Y eso que había presión aquel día en el Monumental. Pero ni se inmutó. Como si fuera el guerrero bueno de un videojuego de batallas, ese que sabe que las va a ganar a todas, iba, metía, raspaba, caían los otros, ganaba la pelota y se la daba a un compañero.

Es que Ribair es de esos que ganan en todos los forcejeos. Capaz que en su Uruguay natal, cuando era nene, tiraba a su compañeritos contra los alambrados, cuerpeando como se enseña en las escuelitas de fútbol. Encima, los botines con vivos naranjas le dan más luz al morocho.

Si Pereyra es el hombre-gol en la tarde ante Independiente y si Vázquez es el hombre-show en un 2-0 inolvidable ante un grande del fútbol argentino, Ribair Rodríguez Pérez es la encarnación de la ya célebre definición de A lo Belgrano. “Eso es Belgrano”, le dice un papá al nene en la platea, mientras Ribair se devora a los volantes de un Independiente que termina cayendo manso, como equipo chico.

Como River, San Lorenzo... Ribair es el que anticipa. Advierte los pases del rival y los corta. Luce tiempista para cruzar su humanidad ante el que se le cruce, sea Osmar Ferreyra, sea Bochini o quien sea. Ribair contagia a las masas porque les da a la masas lo que quieren: un jugador que no se achica ante los grandes. Así fue contra River, así fue contra San Lorenzo hace 10 días, en el Gasómetro. Así fue ayer, ante el Rojo. Él es el denominador común de un Belgrano al que le queda mejor jugar ante los que más chapa tienen.

“Me puso feliz la ovación de la gente. Pero lo más importante es que ellos se fueron contentos por el rendimiento de todos”, se sinceró, con la sonrisa de dientes blancos imponentes. Se refiere a las lluvias de ovaciones que recibieron él y sus compañeros en los últimos 20 minutos del partido, cuando ya la gente sabía que el 2-0 estaba asegurado, cuando ya el hincha había inflado el pecho de orgullo por ver a un jugador que representa su sentimiento. No es poco, ¿no?

Escrito por Sebastián Roggero, del diario Día a Día.

1 comentario:

Silvio dijo...

Alguna vez dije que Ribair parece haber viajado en el tiempo desde los 70's a la actualidad , mete como los mas guerreros de ese entonces.........si lo trasladamos en el tiempo y por ejemplo lo ponemos en el medio al lado del Tony.....mamá!! pobres tobillos rivales.....un grande el morocho, gracias Ribair.....por los dientes apretados.....gracias Juan por el blog.....